ELEGIA LAMENTABLE - J.A. BUESA

Empezamos esta nueva sección explicando en qué se basará y qué se podrá encontrar en ella. 

Cada semana tendremos el maravilloso honor de poder compartir la excelsa voz de un personaje tan reconocido como Rafael Turia, famoso por dar voz a radios, documentales y, lo que a nosotros nos concierne, poesía. 

Rafael Turia rompe en cada una de sus publicaciones con la relación moderna entre vista y poesía, para hacer entrar esta por el oído mediante una voz cálida, aterciopelada, inigualable. 

En esta primera entrada ofrecemos su última aportación: su voz al incomparable poema Elegia lamentable, del poeta cubano conocido como "el poeta enamorado", José Ángel Buesa. 






Elegia lamentable:

Desde este mismo instante seremos dos extraños

por estos pocos días, quién sabe cuántos años...
Yo seré en tu recuerdo como un libro prohibido
uno de esos que nadie confiesa haber leído.
Y así mañana, al vernos en la calle, al acaso,
tú bajarás los ojos y apretarás el paso,
y yo, discretamente, me cambiaré de acera,
o encenderé un cigarro, como si no te viera...


II

Seremos dos extraños desde este mismo instante
y pasarán los meses, y tendrás otro amante:
y como eres bonita, sentimental y fiel,
quizás, andando el tiempo, te casarás con él.
Y ya, más que un esposo será como un amigo,
aunque nunca le cuentes que has soñado conmigo,
y aunque, tras tu sonrisa, de mujer satisfecha,
se te empañen los ojos, al llegar una fecha.


III

Acaso, cuando llueva, recordarás un día
en que estuvimos juntos y en que también llovía.
Y quizás no te pongas, nunca más, aquel traje
de terciopelo verde, con adornos de encaje.
O harás un gesto mío, tal vez sin darte cuenta,
cuando dobles tu almohada con mano soñolienta.
Y domingo a domingo, cuando vayas a misa,
de tu casa a la iglesia, perderás tu sonrisa.


IV

¿Qué más puedo decirte? Serás la esposa honesta
que abanica al marido cuando ronca su siesta:
y tras fregar los platos y destender las camas,
te pasarás las noches sacando crucigramas...
Y así, años y años, hasta que, finalmente,
te morirás un día, como toda la gente.
Y voces que aún no existen sollozarán tu nombre,
y cerrarán tus ojos los hijos de otro hombre.


V

No me importa quién pase después por un sendero,
si me queda el orgullo de haber sido el primero.
Y el vaso que embriagara mi ilusión o mi hastío,
aunque esté en otra mano, seguirá siendo mío.
Por eso puedes irte, mi pobre soñadora,
pues si el reloj se para, no detiene la hora,
y tú serás la misma de las noches aquellas,
aunque cierres los ojos para no ver las estrellas...

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
;