UNA FORMA DE VIDA:

Desde que naciste, la gasolina y el asfalto han corrido por tus venas. Una pasión escrita a fuego en tus genes, alentada por algo que aún ni tú comprendes. Recuerdas ser muy pequeño y sentarte frente al televisor con los ojos como platos para ver las carreras, imaginándote que tú eras uno de ellos. Que ibas montado sobre aquellos caballos de metal, ya pasados de moda, pero que en aquellos tiempos te parecían salidos de una película de ciencia ficción. Te imaginabas que eras tú el que corría, adelantando a rivales, rasgando el viento a velocidades imposibles, luchando por el podio y levantándote dolorido cuando aquellas maquinas endiabladas perdían frente a las leyes de la física que vuelta tras vuelta los pilotos ponían a prueba.

Tú no te dabas cuenta, pero tu pequeño cuerpo se balanceaba sutilmente en el sofá en cada curva, frenaba y aceleraba cuando ellos lo hacían, tensando hasta el último músculo de tu cuerpo, y los latidos de tu corazón palpitaban tan rápido como lo hacían los de tus ídolos, bombeando adrenalina que te secaba la boca y te erizaba el vello.

Creciste y el sueño de tener tu moto propia cada vez era más fuerte. Intentaste convencer a tus padres, pero el miedo de tu madre y la cabezonería de tu padre, junto a una situación familiar bastante ajustada, te negaron ese capricho que para ti era una necesidad, así que decidiste ponerte a trabajar mientras estudiabas, hincando los codos como el que más para demostrarle a tu familia que eras responsable. Tenaz como el que más, día a día dabas ejemplo de tener la cabeza sobre los hombros y no ser un “bala perdida” que quería comprarse una moto para hacer caballitos e impresionar a la chica más guapa del barrio.

Pasó el tiempo y por fin, conseguiste ahorrar lo suficiente para poder tener entre tus manos y tus piernas el objeto de tu deseo. Fue tu padre quien te acompañó ese día y aún recuerdas cómo te temblaban las piernas al montar por primera vez en aquella Yamaha. Fue tu primera moto, tu primera “niña” y jamás olvidarás los buenos momentos pasados con ella.

Cómo gracias a aquella máquina de acero que para ti tenía alma y corazón, descubriste una sensación de libertad que no es comparable con nada más. El cómo poder oler el mundo que te rodeaba mientras sentías el rugir del motor a través del casco, cuando serpenteabas carreteras secundarias y te fundías con ella. Esas manos temblorosas que te asían de la cintura y que ahora son las manos de la mujer que te acompaña allá donde vas y a la que le agradeces infinitamente el que comparta tu pasión. El juntarte con amigos e ir de ruta, conociendo a decenas de apasionados como tú en concentraciones a lo largo y ancho de todo el país. El gritar desde la grada de Jerez a tu piloto favorito y sentir las carreras a flor de piel, emocionándote al ver que miles de almas como tú os convertíais en una sola, unidos por el mismo sentimiento. El ayudar a otros si estaban en apuros, no dudando en detener a socorrer y alentar a los que así lo demandaban, teniendo siempre presente qué es lo que llevabas entre las manos, respetando y haciéndote respetar.

Durante todos estos años, han pasado por tus manos varios manillares, varios motores han rugido bajo tus órdenes y varios trajes de cuero ya han pasado a mejor vida, ajados por el sol, el viento y la lluvia, pero tú sigues siendo el mismo. Sigues disfrutando de esa sensación indescriptible de la fusión de tu cuerpo con el viento, el asfalto y la libertad. De jornadas dominicales con la familia y amigos que comparten tu pasión, donde compartís experiencias ya pasadas y planes que surgen frente a un refresco en una terraza de un pueblecito perdido de la mano de dios. De fines de semanas recorriendo carretas, haciendo de los kilómetros tus mejores aliados. Sintiendo y siendo aquello que desde que eras pequeño sabías que serías.

Porque ser motero no es una elección, no es algo que surja de la nada o que aparezca de repente. Ser motero es algo con lo que se nace, que sientes en lo más profundo de tus entrañas. Ser motero es una forma de vida. Ser motero es una forma diferente de disfrutar de la vida.

Dedicado con especial cariño a todos los hombres y mujeres que como yo disfrutan de las dos ruedas y sobre todo a los que se han dejado la vida sobre ellas. V´sss

 María de las Nieves Fernández,
autora de "Los ojos del misterio" (Falsaria).
@Marynfc

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