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DECÁLOGO DE LA REBELIÓN VITAL

Nacerás con un fuerte lloro de rabia. ¡Qué no te gobiernen otros brazos que no sean los de tu madre, los de tu padre, los de tu sangre!

Despertarás con un NO como respuesta. No querrás esa papilla impuesta y ahora de moda entre mil papillas mejores.

Jugarás con el barro en el parque. ¡Qué nadie te diga que no puedes ensuciarte! Ni te obliguen a volver a casa con tu inmaculada camisa puesta.

Aprenderás preguntando lo que nadie se atreva a preguntar. No te pueden prohibir que interrumpas cuando esos cortes logran curar las dudas.

Te enamorarás de la chica humilde por su rico gesto o quizás de un ricachón al que le sobra corazón; pero rechazarás el anillo de Don Matrimonio Preferido por ambos suegros.

Dudarás de lo que te afirmen tus enemigos, envueltos en pañuelos de pétalos como amigos. Cree solamente a aquellos que no te lancen a cada segundo su aliento de veneno.

Trabajarás aspirando siempre al escalón más elevado, que eres tú mismo. No caigas en la trampa de los cobardes de aceptar ofertas para ser eternamente sumisos.

Mimarás a tus hijos con mimos cautos y prudentes. Que no caigan en el pozo de la sangre fría cuando pueden ser como tú: ¡Calientes y Rebeldes!.

Envejecerás sin miedo. Porque tus arrugas serán un libro de bravura que narran una vida de alma creativa. ¡Que en tus manos de papel se adivinen las batallas donde ganaste el ser inventor y diferente!

Y morirás....Y le recordarás a tu nieto mientras le aprietas la mano y te cierra los ojos: “Lo que la mayoría te obligue a hacer, tú no harás, si quieres crecer”.

Daniel Arrébola.
@dani3arrebola
@apetececine
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TINTA INVISIBLE

Cuando todo se acaba, y no hay nada que decir, o creemos que no lo hay, o no sabemos cómo expresarlo, o no podemos. 

Cuando las palabras nos taladran hasta hacer sangre y duelen no solo en el corazón, o nuestros propios pensamientos no nos dejan pensar, cuando nos gritamos a nosotros mismos por  dentro y las ganas de arrojar algo contra la pared nos dominan. 

Cuando ni tan siquiera un chasquido de dedos es capaz de llamar nuestra atención y miramos por la ventana pensativos pero con la mente en blanco, sin debatirnos, porque no tenemos nada que contarnos, nada que decirnos a nuestro propio oído. 

Cuando el viento nos susurra que corramos hasta el final del precipicio y saltemos a ciegas cual ángel expulsado del cielo, o los nervios no nos dejan ver por exceso de mirar. 

En esos momentos en los que hablar no se puede o no se debe solo quedan las luces y los colores de una canción, música. Tristeza, ira, ausencia, locura. Música. Todo.

Es un sentimiento cifrado, es un color invisible, un cuadro pintado con tinta invisible que solo con la luz adecuada entiendes; es una caricia, un abrazo, un beso en la mejilla o un empujón en el momento justo, es una venda para lo que no quieres ver y la luz que ilumina lo que tienes claro, es el silencio absoluto y tranquilo de la mente, el respiro en el que tu voz se apaga y se encienden los recuerdos, cuando se eriza la piel y sientes un cosquilleo en la nuca, o cierras los ojos como hipnotizado. Es un paisaje que tenías olvidado, como una foto perdida. Las canciones son las lágrimas cálidas que  te arropan en la cama cuando sientes que no puedes más y te desplomas. La melodía de una victoria o una derrota, la canción adecuada, sin una palabra, puede hacerte tomar decisiones que llevaban días colgadas junto a la ropa mojada en el tendedero mientras no paraba de llover, puede hacerte llorar de alegría o de la más grande pena, o puede hacerte reír a carcajadas de ti mismo, o levantarte de la cama mejor que un familiar preocupado o un amigo insistente. Incluso puede ayudarte a planear una declaración de amor o una venganza. 

La música no nos guía, ni nos abraza en las noches frías, pero nos hace el camino más ameno, nos relaja y nos pone de los nervios, casi como un mejor amigo o una relación destructiva.

Alba Ferrer.
@dihiftsukai
http://ytumihorizonte.blogspot.com.es/
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NO TE PREOCUPES

No te preocupes si llega el día que no quieras volverme a ver, no temas si sientes que me pierdes o que estás perdido, no sufras si me esperas y nunca llego… no tengas miedo al silencio, no tengas miedo a la soledad, no temas a nada de lo que pueda pasarte a partir de ahora… 


Has aprendido lo suficiente para vivir lo que te espera, y sabes de sobras lo que tendrás que hacer a cada momento. Seguramente te arrepientas, posiblemente mires atrás y te duela el día en el que tomaste la decisión equivocada. 



Pero no te equivocaste, esa era la única manera de llegar al punto en el que estás ahora. 



El tiempo siempre tiene la razón, y todo lo que hagas lo aprenderás con el tiempo. Solo voy a pedirte que mires hacia adelante y nunca, nunca, nunca te permitas dudar de si lo que hiciste estuvo bien… lo estuvo, y lo que estás haciendo ahora también. 


Alba Villafañe.
@alalba11

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PRIMER ENCUENTRO

Entre aquellos estantes de madera ajada y tan altos que casi rozaban el techo, envuelta por una atmósfera de libros viejos y apasionantes historias, oliendo un picor dulzón que le hacía cosquillas en la nariz, fruto del cuero envejecido y de las motas de polvo. Estas que de tanto revolotear entre libros tenían ya forma de letras y hacían que la luz del exterior que entraba por los ventanales formara caleidoscópicas frases entre los rincones por donde ese se adentraba. Bajo aquella atmósfera influenciada de cultura centenaria encontró lo que llevaba tantos años buscando.

Era la primera vez que acudía a aquella librería de segunda mano, recomendada por uno de los poco amigos que tenía. Un ratón de biblioteca al igual que ella cuyo interés común por los libros era su único tema de conversación. No es que le dieran miedo los hombres, simplemente era invisible para ellos. Pasaba desapercibida allí donde iba, invisible frente a la sensualidad y voluptuosidad de otras féminas con las que compararse sería una grotesca osadía. Reconocía que su galopante timidez tenía el honorable honor de ser la culpable pero pese a ello, se negaba a renunciar a tener una compañía diferente a la que sus dos felinos le daban en las frías noches de invierno, donde la calidez y suavidad de la piel de un hombre al que amara sería el mejor de sus abrigos.

Para su desgracia, a sus treinta y cinco inviernos, ya que nació en una fría noche de diciembre, esa sensación solo la había revivido en su imaginación, gracias a los mundos donde las novelas que leía la transportaban.

Se paró frente a un estante y su pálida mano acarició el lomo de un libro y cuando lo sacó de donde se encontraba, dejando huérfanos uno de los flancos de sus usados acompañantes, un pelo revuelto y unos ojos ávidos de palabras aparecieron en la cicatriz que acababa de abrir en la estantería.

Él sonrió y ella, presa de un rubor que no pudo ocultar, agachó la cabeza dibujando media sonrisa que se escapó de sus labios sin que fuera consciente de ello.

Arropada por los libros y la intimidad que le proporcionaban, cerró los ojos y su pensamiento se disparó con aquella fugaz imagen que se había grabado en su retina y que seguía viendo como si de un holograma se tratase. Un atractivo rostro de ojos sinceros, acompañados de una agradable sonrisa que no le importaría que fuera lo primero que viese todos los días cuando amaneciera.

Tomó aire y se armó de valor, diciéndose a sí misma que solo era una persona como ella, que respiraba, comía y dormía como ella y que ya era hora de dejar atrás todos sus años de soledad para al menos intentar un mínimo contacto visual que, pese a lo ilusionante de sus pensamientos que se habían entusiasmado como colegiales en Navidad, solo garantizaba dos segundos en el tiempo y varias semanas en sus imaginación. Abrió los ojos lentamente pero cuando quiso volver a encontrarse con aquella mirada, su dueño y ella misma habían desaparecido.

Suspiró y su conciencia la flageló, a modo de estridente vocecita que en su cabeza le decía lo absurdo de los pensamientos que se habían fraguado en tan solo un segundo, por una vulgar sonrisa de cortesía de parte de un desconocido al que jamás volvería a ver.

Dispuesta a retirarse con una ejemplar de La edad de la inocencia, de Edith Wharton y con la imperiosa necesidad de ir a comprar cantidades ingentes de helado de chocolate, abrazo el libro sobre su pecho y sus pies se pusieron en movimiento, pero apenas dio dos pasos cuando de repente, una voz a su espalda la sobresaltó y cuando se giró, sus miradas se tropezaron de nuevo.

Y allí, en aquella librería, entre los libros que tanto le habían hecho soñar encontró lo que hacía tanto tiempo llevaba buscando. Allí, convirtió uno de sus sueños en realidad. Allí, lo encontró a él.

María de las Nieves Fernández,
autora de "Los ojos del misterio" (Falsaria).
@Marynfc
 
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