CON LOS OJOS DE UN NIÑO

¿Por qué los adultos nos empeñamos en retener a ese niño que llevamos dentro? ¿Por qué nos dejamos llevar por la multitud, por lo que nos imponen, por la oscuridad de la rutina y la pereza de la monotonía?

Este mes, mágico pese a los que nos faltan y frente a la tristeza de fechas en las que añoramos aquellos años donde no nos preocupaban las facturas, la crisis o la falta de empleo, sigue siendo diciembre. Un mes donde los niños nos dan lecciones de cómo disfrutar y volverse loco de alegría montando la decoración navideña, con la presencia de Papa Noel y de los villancicos en cualquier rincón de la ciudad y con la dulce incertidumbre de no saber qué regalos porque este año se han portado muy bien.

Para muchos estas fechas se han convertido en consumistas y egoístas, manipuladas por las grandes firmas donde comprar hasta que la tarjeta de crédito eche humo, quien se lo pueda permitir, y comer hasta reventar parecen los mejores planes, como todos los años, porque no hay otra cosa mejor que hacer. Donde el estrés por dejarlo todo hasta el último momento, la subida de precios y el ser falsos, sonriendo y deseando lo mejor a aquellos que no podemos ni ver el resto del año se han convertido en costumbre.

Propongo un reto… ¿Por qué este año no miramos la Navidad con otros ojos? Con los ojos de un niño por ejemplo. Dejemos salir a ese pequeño que vive en nuestro interior, al que le encanta saltar sobre los charcos, ponerse perdido comiendo chocolate, reírse a carcajadas ante cualquier tontería y disfrutar de las pequeñas cosas de la vida como si fueran el mayor de los placeres.

Miremos a nuestro alrededor con esos ojos, brillantes, alegres, como si vieran todo por primera vez. Con la inocencia y la humildad de aquellos que solo ven luces de colores, vacaciones, nieve, regalos, canciones, familia y amigos. Que sonríen y dejan sus boquitas abiertas ante lo extraordinario de estas fechas que para los adultos se han convertido en ordinarias y que solo significan carreras, atascos, gastos, kilos de más, lotería que nunca toca y reuniones incómodas.

Olvidaos del espíritu Navideño tan manido, ya que más que espíritu es fantasma y simplemente dedicaos a vivir como lo haría un niño, recobrando viejas tradiciones ya olvidadas para algunos como escribir la carta con lo que queremos que nos regalen, poner la leche y las galletas a Papa Noel o dejar los zapatos para Los Reyes Magos, escribir felicitaciones a mano y mandarlas por correo, comer turrón de chocolate hasta que duela la barriga, tocar la zambomba, levantarse a las cinco de la mañana en Navidad para ver los regalos y reír, sobre todo reír.

Romped las ataduras artificiales con las que nos apresan propios y ajenos en este mes y convertíos en niños, mirad a vuestros hijos y sobrinos y haced lo que ellos hagan, mirad como ellos miran, disfrutad como ellos disfrutan.

Recordad que esta Navidad nunca volverá, haced que sea especial, cread momentos que sean recordados con cariño cuando volváis la vista atrás porque este año que ya agoniza nunca regresará y el que viene, como hoja en blanco aún por escribir, es un misterio que se irá resolviendo conforme vayamos viviéndolo.

Sea como fuere, que nunca os falte la ilusión, la alegría, la sonrisa en vuestro rostro y el ansia por vivir. Que nunca os falte ese niño que todos llevamos dentro.

Aunque aún a dos de diciembre, aprovecho la oportunidad de desearos a tod@s l@s lector@s y escritor@s que colaboramos en el blog, con Víctor a la cabeza, una feliz navidad y un feliz año 2015.

Luchad por vuestros sueños, doy fe de que se acaban cumpliendo.

María de las Nieves Fernández,
autora de "Los ojos del misterio" (Falsaria).
@Marynfc
http://elmundodelosojosdelmisterio.blogspot.com.es/

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
;