TE NECESITO


- Adrián, ¿me oyes? Te estoy diciendo adiós, que esto ya está, que me voy. ¿Quieres dejar de hacer que lees ese maldito libro? ¡Estas cosas son las que han hecho que te deje! ¿No vas a decirme nada? Pues muy bien… ¡adiós! 

El portazo, signo de exclamación en la vida novelada de Adrián, fue el colofón de una relación como todas las otras que había tenido. Una relación basada en la imposibilidad de estar solos consigo mismos, en la necesidad de compartir el tiempo con alguien, de unir temores a otros, porque no se tiene el valor de enfrentarse a ellos. ¿Cómo podía haber estado tanto tiempo con alguien que no distingue un libro de un diario personal? 

Adrián comenzó a escribir tras ese hachazo del destino en forma de puerta mal cerrada. Ahora sabía que entre ella y él los separaba esa dañada puerta, pero eso no le importaba a Adrián, ya hacía demasiado tiempo que algo más fuerte y consistente había entre los dos impidiéndoles mirarse al fondo de los ojos, allí donde descansan las almas de los hombres.

Convencido, dejó fluir sus pensamientos en aquel papel encuadernado. Quería encerrarlos y olvidarse de ellos. Adrián creía que así, escribiendo lo malo en un papel, todo se quedaba allí, encerrado y olvidado. Y esto fue lo que escribió: 

«Hace un tiempo leía que si el mundo fuera todo imperfecto, eso lo convertiría en perfecto. Tiene que haber pequeñas perfecciones dentro de la imperfección, tiene que haber destellos de luz en la oscuridad, tiene que haber ráfagas de felicidad en un cielo infeliz para notar en nuestro interior que algo se está haciendo bien. Así es la vida, y ¿qué es la vida sin amor? Así es el amor, y ¿qué es el amor sino la vida? 

Es por todo ello que necesito a alguien que lo comprenda, que juegue a desafiar a lo oscuro, a lo infeliz, a la perfección imperfecta. Necesito a alguien que me cuente lo que no sé y me dé tiempo a recapacitarlo, que me deje a solas pensando sabiendo que aprovecharé ese tiempo para abrazarla sin estar conmigo. Necesito a alguien que descubra en mis ojos el color del agua que los baña y no el color de la cortina que los cubre. Necesito a alguien que entienda que la soledad no es una escapatoria sino un complemento de nuestro amor, que los libros no son un sustitutivo sino un acompañante. Porque del amor a solas nace el amor en compañía. ¿Cómo vamos a dar amor a alguien si no nos lo damos a nosotros mismos? ¿Y cómo vamos a darnos amor a nosotros mismos si cuando estamos con alguien nunca nos dejamos estar a solas? La soledad hace la compañía, como la oscuridad hace la luz, como la imperfección hace la perfección. Nada existiría sin su contrario, nadie sabría cuándo es feliz si no ha probado el amargo sabor de la infelicidad, nadie sabría que está aquí si no ha vivido durante tantos años allí. Por eso, necesito a alguien que comprenda, que sienta y que aprenda. Necesito a alguien que cuando mire observe, que cuando bese sienta, que cuando ame quiera. Que haga las cosas queriendo, que sienta las cosas sintiendo, que se mueva sonriendo. Necesito a alguien que sea el resorte que haga saltar las caras sonrisas de mi alma, que al ver sus ojos la vea a ella y cuando los cierre ya no esté, que su sonrisa sea la calma curva de un camino sinuoso hacia la sinceridad, la compañía invisible, la cogida de manos alejada. Necesito a alguien que lo sienta, como lo siento yo. O quizás esté buscando a alguien que tenga lo que yo necesito en mí y no tengo. Quizás es un círculo de gente que acabará llevándome a mí. Quizás son mis ojos los que quieren encontrarse con mis ojos, mis brazos abrazarse, mis manos sentirse. Quizás sí o quizás no, quizás tú o quizás yo. Te necesito. »

Víctor G. 
@libresdelectura

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy hermoso. Si no puedes llegar a entender el amor que siento por las pequeñas cosas deberías pensar dos veces en permanecer a mi lado. Me gustó mucho este texto.

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