SI LAS PALMAS LLEVARAN NOMBRE TODOS LOS APLAUSOS GRITARÍAN MARÍA


Años discutiendo que si el diamante, que si el grafeno, que si el carbino…y yo, durante todo este tiempo pensando: ¿cuándo se darán cuenta estos malditos científicos que lo más fuerte del mundo es el amor de una madre? 

Dicen que los hombres buscamos en las parejas el reflejo de nuestra madre. Menudo acto de soberbia, es imposible igualar, aunque sea acercarse, a la figura incomparable de ella. La cuarta pata de esta mesa de tres cojos que, si no fuera por el hilo invisible que nos une a ella, ya estaríamos en lo más hondo de unos pozos que gritan desde hace mucho tiempo, y con ganas, nuestros nombres. 

Son las dos sílabas que más fácil, y antes, pronunciamos, pero parémonos a pensar en lo contradictorio de todo ello, son también las dos sílabas que más nos costará olvidar. Ma – ma. Ella es quien nos ha invitado a la privada fiesta del arte poniéndonos a Sabina de chupete, dejando libros por casa, viéndola bailar flamenco o viendo al flamenco dejarse bailar por ella. Ella nos ha dado alas teniendo siempre bien cogido ese hilo que nos protege de las ventoleras que hay por allá fuera. Un hilo que nosotros no sabíamos que ella tenía ni que existía pero que, cuando nos dejábamos llevar sin pensar en las consecuencias era cuando lo notábamos, bien cogido a nosotros. 

Una maga de la cocina que ha conseguido convertir en palacios nuestros estómagos, en fiesta el paladar, en orgasmos nasales el hecho de levantarse tarde – o pronto, ella cocina 24/7 – y encontrarse en la cocina un olor con cuerpo, físico, que te abraza y se deja comer. 

Recuerdo los parches que nos ponía de pequeños en los pantalones cuando llegábamos con las rodillas descubiertas por el roce de las caídas y pienso: las madres son eso, los parches que nos salvan de las rozaduras de las caídas, que siempre vienen y se repiten. Es la red de nuestros pasos de equilibrista, es el ala que nos falta para volar, es la solución para que no acabemos nuestros días gritando aquello que se grita cuando solo confías en lo que no se ve: Eli, Eli, lama sabachtani. Porque ella no nos va a abandonar. 

Si las palmas llevaran nombre todos los aplausos gritarían María. 

Víctor G. 
@chitor5


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