NIEBLA


Niebla, de esas que envenenan el alma. Soledad y tristeza la acompañan. ¿Por qué?, me pregunto. ¿Por qué me siento así?

Depresión, la llaman los entendidos. Yo, decepción. Decepción conmigo misma, decepción con el resto del mundo. Tengo frío y grito en silencio, pese a que gruesas capas de tela me envuelven y nadie puede oírme. Me apetece arrancarme la piel a tiras, despojarme de todo lo que soy y retar a los demás a que me creen a su imagen y semejanza, así, quizás, estarán contentos.

Niebla, oscuridad pero no miedo. Bruma que enluta todo lo que me rodea. No quiero sentir, quiero ser como hielo: frío, duro, arisco, sin corazón y sin alma pero soy humana, soy frágil, débil… siento y me duele.

Todos parecen reírse de mí, de mis desgracias. Soy el centro de las burlas, de los rumores, de los corrillos de pasillo y ascensor. Todos me miran por encima del hombro, altivos, creyéndose mejor que yo. Y lo son.

Paranoia, lo llaman los entendidos. Yo, desconfianza. Desconfianza en mi misma, desconfianza en el resto del mundo. Me han herido tantas veces que ya casi no queda nada que sanar. Estoy rota por dentro y por fuera y ya no tengo ganas de luchar. ¿Para qué? ¿Para ganar una mísera batalla y perder una guerra tras otra?

Niebla, esa que tiene su propio eco y que ahuyenta todo lo demás. Ya no queda nada, solo las voces que me susurran en la niebla, al compás de un irreal pensamiento, un fantasmagórico pensamiento que me acompaña allá donde esté.

Una voz quejumbrosa que se ha adueñado de mí y que me dice esas verdades que nadie quiere oír. Arrastra las palabras en un discurso pastoso y emborrachado de hiel y rencor, que me pide que devuelva cada golpe, cada humillación, cada herida.

Esquizofrenia, la llaman los entendidos. Yo, conciencia. La conciencia de mi misma, la conciencia sobre el resto del mundo. Esa voz es la única que me conoce, que me entiende, que se atreve a decir lo que yo nunca me atreveré a hacer, porque soy una cobarde, y así se encarga de recordármelo cada día.

Niebla que no me permite ver nada más. Estoy atrapada en el espacio y en el tiempo, sin ir a ningún lado, solo ahogada por ese lamento, por mi propio lamento que junto a mi conciencia suenan tan altos y constantes que no me dejan reaccionar. Y tampoco quiero, me niego a caminar o a volar. Solo quiero dormitar, soñar, quizás para siempre. ¿Por qué no? ¿A quién le iba a importar?

Niebla… solo y únicamente niebla.

María de las Nieves Fernández,
autora de "Los ojos del misterio" y "Confluencia".
@Marynfc
Los mundos de Nieves.

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