VENCER A TUS DEMONIOS


Cada noche despertaba entre jadeos y latidos desbocados, la noche parecía ser siempre la misma, batallaba contra mi mente al anochecer para no caer rendida a las garras del sueño, para no revivir la pesadilla.

Hacía dos semanas que se repetía, noche tras noche; estaba sola, en un bosque, rodeada de quietud y árboles, mis pies desnudos saboreaban la tierra húmeda al atardecer y llovía de forma suave, casi podía contar las gotas que caían en mi cuerpo, cubierto de seda blanca y vaporosa, una por una, la luz se atenuaba lentamente con el paso de los minutos, y donde hacia un rato había un cielo entre rojizo y amarillento empezaban a despuntar las estrellas, afiladas como alfileres de cabezas azules y grises del tono más claro al más oscuro de las gamas. Me observaba desde fuera, tenía los ojos cerrados, pero bajo el parpado se movían descontrolados, y mis labios susurraban palabras que no entendía, estaba en trance, notaba cómo me balanceaba de delante hacia atrás, de izquierda a derecha, me acercaba desde fuera lentamente para intentar leer mis labios, para tratar de averiguar lo que decía y de repente un cuervo graznaba desde la rama que se erguía sobre nuestras cabezas, mi cuerpo abría los ojos y comenzaba a correr y como un imán que une lo que nunca debía estar separado mi conciencia entraba de nuevo en mi cuerpo y la sensación de miedo, de persecución se apoderaba de mí, corría, pero no sabía por qué corría, huía, pero no sabía de qué, de quién, y como si hubiese hecho en voz alta la pregunta un cuervo nacía de las entrañas de la tierra y parado en el aire agitando las alas solo para mantener su envergadura frente a frente con mi cuerpo me miraba a los ojos y graznaba, el brillo rojizo de su mirada me aterraba y de pronto oía miles de graznidos a lo lejos, miraba hacia la copa de los árboles, hacia el cielo y veía una gran columna en movimiento de los mismos, viniendo como un tornado hacia mí, echaba un último vistazo al que tenía más cerca y echaba a correr en dirección contraria, los latidos de mi corazón asfixiaban el sonido de mi respiración desbocada y mis pisadas sobre los charcos, ya no lloviznaba, ahora diluviaba sobre mí. A lo lejos se distinguía una tenue luz, conforme me acercaba me di cuenta de que era una pequeña cabaña, y la puerta estaba abierta, sin llamar, sin preguntar, entraba y cerraba la puerta tras de mí, y empezaba a retomar la calma, respirando lentamente, con calma, intentando olvidar lo ocurrido y convenciéndome a mí misma de que aun no siendo normal lo que había visto mi reacción quizás había sido exagerada. Con la respiración aún algo intensa y entrecortada dejaba la puerta a mis espaldas y miraba el interior del lugar en el que me encontraba, desde la cocina oía una voz que decía:

- Chica, ¿quieres té? – y una mujer que rozaba la vejez se asomaba, con una taza a juego con un platito, y se acercaba a mí con naturalidad y tez amable. Yo hacía un gesto afirmativo con la cabeza y la mujer con ambas manos me ofrecía la taza y yo la tomaba, pero cuando miraba el interior el agua seguía incolora, en el fondo de la taza había tierra de color negro y a las paredes del recipiente y flotando en el mismo habían hojas secas.

Miraba de nuevo a la anciana, que sonreía complacida con mi reacción y se tornaba en el cuervo de nuevo, la taza de té resbalaba de mis manos y yo intentaba correr, pero resbalaba y caía al suelo, lo último que veía en el sueño era el cuervo abalanzarse sobre mí, y ahí despertaba.

Esto fue exactamente lo que expliqué a mi terapeuta aquel dia, y él, tan tranquilo como siempre, lo único que dijo fue «los sueños son un reflejo de tu inconsciente, si quieres vencer tu miedo primero has de saber a qué tienes miedo, piensa en ello y nos vemos la semana que viene», le di las gracias y me fui.

No paré de darle vueltas a lo que me había dicho, a qué podía tener miedo, a los cuervos no desde luego, no era racional, vivía en una gran ciudad en la que los cuervos eran solo cosas de películas de miedo o suspense que veías en el cine con los amigos…

¿A qué podía tener miedo? Iba en el metro escuchando música con los cascos y mirando al suelo, y bajando en mi parada lo entendí, a lo lejos, desde otro vagón, sentí la mirada del cuervo clavada de nuevo en mí, solo que esta vez provenía de un chico que me miraba de pasada mientras bajaba, ni siquiera parecía una mala persona, solo una persona normal, vestido con vaqueros y camisa gris, y lo entendí, los cuervos, mi miedo, eran todas las personas que me cruzaba día a día, que no conocía ni entendía, lo que temía era esas personas, y el daño que podrían hacerme y que no sabía si me harían porque eran desconocidos.

Después de esa tarde no volví a tener nunca más esa pesadilla, había vencido mis demonios a base de comprender.

Alba Ferrer.
@dihiftsukai

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