EL TIEMPO DE LOS ESPANTAPÁJAROS – CÉSAR GONZÁLEZ ÁLVARO

Puede leerse en la contraportada el símil entre el autor del que hablamos hoy y el emblemático Roald Dahl. Pero hay en la literatura de César González una oscura profundidad que lo aleja del creador de Charlie y la fábrica de chocolate. Es ese reflejo de la desazón interna de los personajes lo que llevaría al recuerdo de una autora contemporánea más próxima, Hilary Mantel. Los dos son capaces de enfocar su escritura a las preocupaciones traumáticas de personajes que nos muestran su interior mediante sus acciones. No es tanto el introducir al lector en la mente catastrófica de los personajes como haría el psicologismo francés de Flaubert sino el intuir algo pesado y frustrante que nunca se acaba de comprender del todo. César González consigue satisfactoriamente dejar al lector con la sensación de que siempre hay algo más que nos ha querido decir el personaje con ese andar preocupado, con esa tan turbia existencia. 

Cuatro son los relatos que componen esta obra. Cuatro narraciones donde lo importante son los personajes y sus acciones en el breve camino de su extensión. Se consigue conectar de tal manera con ellos que se sufre igual, que se siente la tragedia que sobrevuela sus cabezas emergiendo del subconsciente. César González sabe ocultar tan bien el dolor en sus personajes que el lector se verá, sin darse cuenta, llorando por dentro. Las lágrimas no afloran porque nada aflora en los cuentos de César González; todo está oculto detrás de las palabras, como el miedo al vivir, como la duda al andar. 

Son cuatro relatos distintos pero con puntos de conexión, como los ambientes zolescos o la destrucción ambiental tan propia del romanticismo de Baudelaire. Una serie de relatos que conectan a la vez con su título, con El tiempo de los espantapájaros. No hay mejor reflejo de un mundo y una época que únicamente se basa en ocultar nuestros temores tras numerosas fachadas que esta obra. En ella viviremos la frustración que empapa a todo ser humano por el simple hecho de serlo, nos veremos siendo los espantapájaros del título, almas errantes en cuerpos inertes que esperan dudando y temiendo el fin de sus días. 

Víctor G. 

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